lunes, 24 de enero de 2011

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A decir verdad, viviría permanentemente en la sensación de libertad de esos ya lejanos meses. Aun recuerdo que él tenía la capacidad de perturbar mi calma, y ella estaba de lleno en tu vida, pero podíamos permitirnos el gusto de eludir lo que nos diera la gana, lo sabes, lo se.
A decir verdad, cogería otra vez un avión o un coche en pantalones cortos y chancletas. Aquello acababa de comenzar. Cada día era un nuevo comienzo, en el que podíamos ser o no ser, las manos nos olían a sol, a arena, a ron barato y a ganas de vivir, y bajar a la playa de resaca era una maravilla si se hacía con las manos libres, las ojeras bajo las gafas y una sonrisa en los labios, toalla en un hombro, camiseta en el otro y la sensación de que eso nunca acabaría (aunque a decir verdad nunca acabó). Y los treintaitantos grados nos la sudaban, nuestra cabeza llena de planes y proyectos que no acababan nunca, cada cual mas descabellado y agotador, y nunca vimos las mañanas en la cala, solo los amaneceres en los que la música no paraba de sonar y sonar y la tarareaba cuando me metía en la cama, sin la necesidad de abrigarme, (en esos meses no existe ni el frío ni el vacío)... recuerdo aquel verano como si no hubiera ocurrido y solo fueran proyecciones de mi mente cansada del puto viento.

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